lunes, 11 de julio de 2011

Fire Island

A poco más de una hora en coche se encuentra esta porción horizontal de tierra, de unos 50 kilómetros de longitud, que resulta inaccesible por tierra salvo en su extremo más occidental.

Es ahí donde está ubicado el entorno protegido de Robert Moses, al que se llega gracias a un espectacular puente que lo comunica con tierra firme.





A partir de aquí la carretera se restringe sólo para vehículos locales.

Así que si la opción es seguir avanzando por la isla, hay que dejar el coche en el aparcamiento y ponerse en ruta.

Primero, por un puente de madera entre la vegetación y las dunas.



A través de él se llega al primer lugar de interés: el faro de Fire Island y su bucólico entorno.




Dejando atrás el faro y protegiéndose del sol, quedan unos 25 minutos para el destino. (Si hay suerte, el trayecto se ameniza además con el avistamiento de algún ciervo, especie que puebla esta isla aunque la acción humana supone una amenaza para su supervivencia).

La caminata merece la pena. Porque aguarda una pequeña población costera con mucho encanto. Su nombre, Kismet.


Apenas cuenta con unas pocas y estrechas calles, en torno a las cuales se reparten sus casas de veraneo, en las que la madera es el principal material empleado.




En la parte norte se encuentran todos los negocios: el restaurante, la pizzería, el supermercado y el muelle al que llega el ferry.





Para buscar la playa hay que ir al sur de la localidad.


Es una playa muy familiar, con algunos privilegiados propietarios en primera línea...



...enormes olas, con ejercicio físico asegurado para los valientes que se atreven a adentrarse unos metros en el agua...



...y una traicionera marea, que puede aparecer en el momento más inoportuno y obligar a recoger a la carrera todos las propiedades no sumergibles (sobre todo si son comestibles).


En todo caso, un entorno perfecto y mucho menos concurrido que las playas urbanas más cercanas a Brooklyn.


(Gracias Luis por hacer posible la logística de esta excursión).

domingo, 10 de julio de 2011

Brighton Beach

Little Odessa o Little Russia son otros de los sobrenombres con los que familiarmente se conoce a este vecindario, continuación de Coney Island, y que igualmente combina playa y ciudad en una misma área.


Aunque aquí con una particularidad: abrumadoramente está habitada por población de origen ruso y de otras ex repúblicas soviéticas.

Por ello, el alfabeto cirílico es el más utilizado a la hora de anunciar negocios, ofertas de supermercado o eventos de cualquier tipo.





Además de recorrer el pintoresco entorno, los restaurantes rusos más auténticos de todo Nueva York están en estas calles.

Pero si es pronto para comer, la otra opción es dejarse seducir por algún bollo típico.


Recomendable para los que quieran ampliar horizontes reposteros.

miércoles, 6 de julio de 2011

Coney Island

La playa más popular de Brooklyn es Coney Island.


Comunicada por varias líneas de metro que tienen aquí su última parada, es la opción más asequible y cercana para pasar un día playero.


Aunque si para ello se elige un 4 de julio, puede que encontrar un palmo de arena libre cerca de la orilla se convierta en una misión casi imposible.





Pero no es solo el agua lo que atrae aquí a tanta gente.

El otro atractivo es su vetusto y algo decadente parque de atracciones.




Aparte de las atracciones clásicas (noria, montañas rusas, gusano loco, tren de la bruja, tómbolas)...








...tiene otros entretenimientos más bizarros, como el espectáculo de freaks, donde pululan especímenes con habilidades de dudoso gusto.




Y si uno se da una vuelta por sus alrededores, se puede encontrar con algún otro personaje excéntrico en busca de la popularidad perdida.

Como el luchador de wrestling que acompañaba a Ted Dibiase, el "hombre del millón de dólares" (los incondicionales de la WWF cuando lo narraba Héctor del Mar seguro que se acuerdan).


El hambre aquí tampoco tiene mucho recorrido.

Numerosos puestos y locales ofrecen sus especialidades para los amantes de la cómida rápida.






La sed se puede calmar en alguna terraza con vistas al mar.



Y para los más andadores, hay un largo paseo de madera que recorrer viendo desde la lejanía atracciones y bañistas.


También se encuentra aquí al acuario de Nueva York.



Y si se sigue caminando en dirección este se llega al cabo de un rato a Brighton Beach, donde el inglés comparte protagonismo con otro idioma.

Pero esto queda ya para la próxima entrada de blog.